Hoy, camino del trabajo, el metro se ha parado en un túnel y al rato ha empezado a oler a quemado. He empezado a pensar en la posibilidad de morir en ese vagón de metro, y me ha parecido que podía ser un buen momento para morir, claro, todo encajaba. Toda la suerte de estas últimas semanas como un regalo antes del final, y ya no haría falta que hiciese un gran trabajo en mi nuevo puesto, ni conquistar finalmente a D. No hacía falta, moriría con todas esas ilusiones en el corazón. No es que lo quisiera, pero tampoco era una idea terrible.
Al rato hemos salido del metro y, como era de esperar, nadie ha muerto. Pero me ha tranquilizado estar tan preparada para morir.
miércoles, 13 de abril de 2016
Morir un miércoles.
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Lo entiendo! A mí también me ha pasaso alguna vez. Pero con tantos planes (de trabajo y de conquista) no puedes morir todavía ;)
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